Hace 10 años, las marchas feministas no eran más que un puño de mujeres bravas lanzando consignas que parecían descabelladas o exageradas, eran la conciencia que salía a exigir dignamente pero sin un peso político.
LA CÁTEDRA
Por: Mario Kato
Por fortuna para ellas, que son quienes construirán el futuro de la humanidad aunque eso le escandalice a algunas masculinidades frágiles.
La convocatoria y la fuerza del movimiento feminista ha crecido, y hoy nos están derrumbado el andamiaje de privilegios del que hemos gozado los varones.
En 2019, cientos de personajes que ejercían la docencia, fueron sancionados y hasta despedidos por señalamientos de acoso. Fue un año intenso con la dinámica de los ahora famosos tendederos.
El 2020, la pandemia nos “salvó” a los hombres de ser exhibidos, pero la marcha del 8M y las actividades siguieron, la consigna feminista es imparable, nos guste o no.
Este 2023, otra vez han asestado un duro golpe al patriarcado, por lo menos en Culiacán. Cinco sacerdotes han sido suspendidos por la Diócesis de Culiacán, ante señalamientos de acoso en las redes sociales.
Las mujeres combativas han hecho que la institución más encubridora de la historia, reaccione y salga de su zona de confort.
Nunca la iglesia católica se había preocupado por “limpiar su imagen”. Sabemos que la suspensión y la supuesta investigación son más faramalla que un verdadero ejercicio de autocrítica. Pero hoy no hubo silencio, los señores de sotana se vieron obligados a salir a disculparse.
Estamos muy lejos de alcanzar la equidad de género, la misoginia sigue arraigada en las estructuras de poder, y en gran parte de los hombres que nos negamos a reflexionar sobre nuestros privilegios.
Sin embargo, el feminismo y quiénes lo llevan a la calle para volverlo práctica, cada día nos obligan más, a reflexionar sobre la “masculinidad”, y la necesidad de construir un mundo sin privilegios para los varones.
Sin duda, el patriarcado va a caer, serán ellas quienes diseñen la nueva sociedad, y nosotros solo nos quedan dos cosas, entenderlo, adaptarnos y aceptar un vida sin privilegios o resistirnos y caer de guamazo dentro de esa estructura inequitativa y opresora llamada patriarcado.