Va de nuevo, Morena y el presidente convocan a una marcha el próximo domingo 18 de marzo, el pretexto es conmemorar los 85 años de la expropiación petrolera, homenajear a Don Lázaro Cárdenas del Río, con el puño izquierdo en alto, mientras le asestan un golpe con el puño derecho al hijo del prócer, Don Cuauhtémoc, por tener la osadía de no coincidir en todo con el ahora presidente.
LA CÁTEDRA
Por: Mario Kato
Cualquier ser pensante sabe que la marcha del domingo es una vulgar respuesta a la segunda marcha en defensa del INE que la oposición se quiso colgar, durante el pasado 26 de febrero. A pesar de la enorme convocatoria ciudadana para rechazar el llamado “Plan B”, PRI, PAN, PRD y MC, recurrieron al acarreo de personas, querían demostrar que el presidente ya no es el único capaz de llenar el zócalo.
Lograron su objetivo, aquí va de nuevo el Andrés Manuel que se niega de dejar se ser militante, esa cara populista de López Obrador lo incita a salir a la calle, hay que demostrar quien manda en la Ciudad de México, en la que los números cada vez más señalan una derrota electoral para MORENA.
En un lapsus de honestidad o descuido, Ignacio Mier, líder de la bancada de MORENA en la Cámara de Diputad@s, confesó que los legisladores federales pagarán acarreos de personas del interior de la república a la marcha del domingo, ojalá hagan un ejercicio de transparencia y demuestren que es con los salarios de los parlamentarios y no con sus prerrogativas para gestión con lo que se va a pagar la “movilización”.
Andrés Manuel se equivoca al entrar al juego de las calles, pero es su terreno y tiene el orgullo herido, no entiende que sí hay un repudio social a su reforma electoral, o lo sabe y lo usa de pretexto para andar en su mero mole, el show de las calles, el ritual del líder amado por el pueblo bueno.
Una gran parte de quienes votamos por AMLO en 2018, creímos que sería un verdadero estadista que se esforzaría por solucionar o intentar solucionar los vicios y problemas que criticaba con tanta claridad como líder opositor.
¡Oh desilusión! La gran pregunta es si quien releva al presidente tendrá los tamaños para frenar la desmilitarización del país, y sí tendrá la responsabilidad de gobernar desde la neutralidad sin someter al país a una insana polarización como la que hoy vivimos.