“Tengo remordimiento, claro que sí”
A dos horas de distancia de la capital sinaloense, nos adentramos a visitar a Felipe, un joven de 32 años de edad, que desde los 18 años se convirtió en un “sicario”, quitándole la vida a cientos de personas dentro de la guerra del narcotráfico.
Nos recibió en su hogar, cubriendo su rostro con una capucha color negro, solamente resaltaba sus ojos de color verde y su boca, amablemente me ofreció algo de tomar y fue así que iniciamos la entrevista.
¿Cómo empezó esto de ser “sicario”?
Por una injusticia, al ver que mataron a mis dos hermanos frente a mí, yo tenía la edad de 15 años, recuerdo que íbamos rumbo a otro rancho a llevar pacas de alfalfa, cuando de repente salen del monte varias personas y nos bajan del carro; uno de ellos, me toma de las manos y me retira a unos cuántos metros y observo cómo descargan sus metralletas para matarlos. Luego llega otro vehículo, se baja el conductor y les dice “no, no ellos no son, se equivocaron, vámonos a la ver#&. El que me tenía sujetado le pregunta… ¿Qué hago con el chamaco?, suéltalo y vámonos.
“Se imagina ver que te maten a tus hermanos, me sembró rabia, dolor y coraje, prometiéndome a mí mismo matar a toda esa basura que anda haciendo daño”, comentó Felipe.
“Quería ser un psicópata, matar sin ninguna piedad y ser el sicario más temido del mundo”, afirma, refiriéndose a aquella escena.
Fue al cumplir los 18 años que apretó el gatillo para quitarle la vida a una persona y comenta que fue por un asalto, donde acompañado de su madre iban a pagar unas vacas que habían comprado.
“Créeme que sentí un gran arrepentimiento, hasta el punto de perder el sueño, que le prometí a Dios jamás volverlo hacer, pero incumplí el quinto mandamiento en muchas ocasiones”, enfatizó.
Las cifras de sus crímenes, lo que él define como su trabajo, permanecen ocultas entre la neblina de la droga la mayor parte del tiempo. Pero bajo su propio cálculo, participó de forma directa en la muerte de muchas personas en la llamada guerra del narco.
¿Perteneciste a alguna banda de narcotraficantes?
Poco a poco me fui metiendo a esto, no te diré a qué banda, ni quién era mi jefe, solamente te menciono que me enfoqué en utilizar armas profesionalmente y hacer mi trabajo, en cuestión de paga.
¿Fuiste parte de aquel Jueves Negro?
No, porque estaba fuera de la ciudad. Me enteré de lo sucedido, pero no apruebo el hacer vandalismo en la capital sinaloense, porque fueron bastantes jóvenes que se unieron a esto, ahora que estoy fuera de, no les recomiendo a nadie pertenecer a alguna organización.
¿Veo que tienes un tatuaje en tu brazo derecho, La Virgen de Guadalupe?
Así es… a ella me he encomendado siempre, soy fiel ferviente de ella, eso me inculcaron mis padres, se escuchará raro, pero cada 12 de diciembre me visto de Juan Diego y llego a su altar a venerar a la “Virgen del Tepeyac”.
¿Qué es para usted la maldad?
De lo bueno y lo malo. Para mí algo bueno es vivir una vida sana, pasar momentos con la familia. Lo malo es matar, para mí lo malo es todo lo que está pasando aquí, toda la corrupción.
Cuando usted mataba, ¿sabía que estaba haciendo algo malo?
Claro que sí. Siempre he creído en Dios, no tengo religión, pero he creído en el Altísimo, he leído la Biblia y sé cuándo he hecho algo mal.
¿Nunca hubo una voz que le dijera que lo que estaba haciendo estaba mal?
En el momento no, pero hubo momentos en los que estuve solo y me puse a pensar. Nunca hubo voces, pero en mi conciencia sí. Varias veces me llegué a preguntar hasta dónde iba a llegar. Yo sabía que todo eso iba a tener consecuencias malas, siempre lo supe.
¿Cuáles fueron?
Me mataron a algunos familiares, solo por venganza.
¿Te has arrepentido en algún momento?
Sí, porque las cosas que hice no me gusta platicarlas, he llegado a dejar todo eso atrás, porque me pongo a pensar en las familias que dañé, por esa razón no me gusta mucho hablar de esto.
¿Entre tus víctimas hubo mujeres y niños?
No. Nunca hice eso. Yo podría decir que para ti ser reportero y venirme a entrevistar es un trabajo. Para mí, desgraciadamente, hasta con vergüenza se lo digo, para mí matar a alguien era algo normal, era mi trabajo, pero no acepté en matar a mujeres y niños.
¿Cómo era un día normal cuando era “sicario”?
Era levantarme muy temprano. Dar órdenes. Siempre hubo mucho estrés, nerviosismo, inquietud. Nunca fueron tiempos para relajarme. Llegué a estar con mi familia comiendo y nunca lo disfruté. Siempre era estar con el teléfono y el radio. Fueron días muy rápidos y muy bruscos.
En su momento… ¿Qué platicaban entre “sicarios”?
De todo, el perder muchos compañeros, amigos en esto del crimen organizado, en esta mentada guerra, ridícula pienso yo. He visto a sus familias llorar, a sus hijos viendo cómo los entierran, he estado en los funerales.
¿Cómo decide no continuar en esto?
Por un hecho, que pasé al atar a dos personas, donde pedí al jefe soltara al joven de tan solo 19 años, era ajeno a la cuestión, que no hacía falta matarlo, pero el jefe en turno dijo que todo testigo era un riesgo, entonces volteo a ver al muchacho y él me suplicaba por su vida, pero yo desvié la mirada y le pedí disculpas y lo maté.
“Ese muchacho todavía me atormenta”, asegura, “veo su rostro, implorándome por su vida, nunca me voy a olvidar de los ojos, es el único que me ha mirado así alguna vez, por ello, le pongo una veladora y en mis oraciones le pido disculpas”.
Lo cierto es, que las matanzas se han convertido en algo tan común, tan previsible, que el país ha ido quedando cada vez más anestesiado ante ellas.
Felipe se niega a dar nombres de algunos de los narcos con los que ha tratado para evitar poner en peligro a su familia. Está casado y tiene dos hijas, así que tiene que tener especial cuidado para protegerlas. Le gustaría abrir, en un futuro, su propio negocio en venta de partes automotriz, pero confiesa que le resultaría duro dejar los recuerdos, que es algo que siempre arrastrará.
(Felipe, es nombre ficticio, por respeto a él).
Por: Martín Tamayo
Periodista
Colaboración original para www.Tenemosquehablar.com.mx