En los últimos años la deconstrucción de la masculinidad se convirtió en parte del lenguaje específico femenino, este puede significar “cuestionar”, “deshacer” o “generar una nueva estructura”; pero aun así no está del todo claro.
Pero, ¿qué es la deconstrucción?
Este concepto nació del trabajo del filósofo argelino Jacques Derrida, surge en los años setenta como una herramienta para visibilizar lo que los discursos hegemónicos dejaron en las sombras. Deconstruir es abrir un canal para revelar los procesos de formación, permitiendo analizar mecanismos de funcionamiento, herencias pasadas y piezas ocultas.
La deconstrucción no significa destrucción, sino una herramienta cognitiva que aporta información y permite entender.
Hablando respecto al género, podemos acudir a la filósofa Judith Butler, que recoge la idea de deconstrucción para entender la artificialidad del género y realizar un desplazamiento en las prácticas corporales.
Deconstruir es romper categorías. Pero, en el caso de Butler, deconstruir no es sólo derribar, sino también construir desplazando los conceptos hegemónicos.
Por lo que aplicado a la deconstrucción de la masculinidad, se refiere al proceso de cuestionamiento y crítica de los valores patriarcales (potencia viril, competitividad, paternalismos, etc.) aprendidos durante el proceso de socialización.
Es importante saber que lo correcto es “deconstrucción de valores” y entender que no pueden haber “hombres deconstruidos”, no se deconstruye un cuerpo sino los valores, prácticas, conceptos que se inscriben sobre él.
La deconstrucción de masculinidad debería permitir a los hombres ser conscientes de la invisibilización de algunas voces y así lograr escuchar el daño que han sufrido y sufren las mujeres y demás colectivos oprimidos, así como analizar en qué momento han sido reproductores de lógicas de opresión, para lograr facilitar el proceso de cambio.
Fuente de la información: Diario El Salto