Felipe de Edimburgo e Isabel II: Una historia de amor

Felipe de Edimburgo e Isabel II: Una historia de amor

El pasado viernes 09 de abril, la monarca Isabel II quedó viuda, pues el duque Felipe de Edimburgo falleció a los 99 años de edad, la reina dice que su muerte ha dejado un gran vacío en su vida.

 

 

Su historia de amor duro 73 años, y hoy te queremos contar como inicio todo.

Llamó su atención por primera vez en el verano de 1939, cuando la princesa Isabel tenía sólo 13 años. Era el príncipe de Grecia y cinco años mayor que ella, a punto de embarcarse en un viaje con la Marina Real.

Isabel y su hermana Margarita estaban de viaje con sus padres en el Colegio Naval Real Británico de Dartmouth, el alma mater de su padre. Fue aquí donde su apuesto primo, el cadete Felipe, entró en escena. Según Marion Crawford, la institutriz de la princesa, fue la buena apariencia de Felipe – pelo rubio y ojos azules – lo que atrajo a Isabel.

 

 

Crawford explica en sus memorias, Las pequeñas Princesas, que él subió a bordo del yate del rey para comer, e hizo que Isabel se pusiera “colorada”. Aparentemente, su afecto por él fue notado por el tío de Felipe y ayudante del rey, Lord Louis Mountbatten, quien también estaba a bordo y escribió en su diario que su encuentro inicial fue “un gran éxito”.

Algunos de los parientes de la reina hablaron abiertamente del cariño de Isabel por Felipe durante esos primeros días. Entre ellos estaba Margarita Rhodes, prima de Isabel, que escribió en su autobiografía que “Isabel estaba realmente enamorada desde el principio”.

El compromiso no llegó hasta un tiempo; de hecho, ocho años después, tras la guerra, en 1947, con el matrimonio que tuvo lugar en la Abadía de Westminster en noviembre de ese mismo año. Poco sabía Isabel que en cuestión de cinco años ascendería al trono y diría sus votos como la reina Isabel II.

 

 

Viajaron juntos por todo el mundo, desde Australia hasta América, África e India, enarbolando la bandera de la Commonwealth encabezada por Su Majestad. Han compartido un compromiso total con sus deberes y servicio y siempre se han tenido el uno al otro para aligerar la carga de la vida pública con un poco de humor.

 

 

En privado él la llamaba “Lilibet”, “querida” o “salchicha” y les encantaba cenar juntos frente a la tele.

 

 

Aun así tras esas puertas doradas del palacio, no todo era de color de rosa pues el duque y la reina también tenían sus momentos malos.

 

 

 

Fuente de la nota: Vanity Fair

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