Grilletes oxidados

Grilletes oxidados

Una mujer que se da cuenta de estar embarazada es un universo único en sus propias particularidades, pues cada una vive en escenarios emocionales, sociales y económicos muy diferentes respecto a otras mujeres. Abortar es una decisión que nunca se toma bajo las mismas condiciones.

Columna: PANORÁMICA 

 Por: Ana Quintero / @anaquinteroave

 

El aborto, sin importar que sea en clínica o asistido en casa, es un procedimiento físicamente doloroso; que en muchas ocasiones se vive en silencio, pues la regulación (o su falta de regulación) orilla a que se dé en la clandestinidad.

Por otro lado, en las entidades en las que el Estado está obligado a proveer la atención médica que requiere la interrupción del embarazo, la objeción de conciencia y las deficiencias del sistema de salud exponen a las mujeres a violencias que las autoridades no logran prevenir. Ya ni preguntar por las estrategias para prevenir dichas violencias.

Mientras que los grupos antiderechos han tratado de centrar el debate entre la legalidad o la penalización, y aseguran que con el aborto legal, seguro y gratuito las mujeres practicaremos abortos recreacionales, lo cierto es que el debate siempre debió ser entre la salud de las mujeres y el control que desean mantener sobre nuestros cuerpos.

Esta lucha es acerca de mantener control sobre nosotras porque desde su mirada masculina (o masculinizada) las mujeres no somos personas, y mucho menos sujetas de derecho; no tenemos agencia ni autonomía porque el Estado mexicano y la mayoría de los gobiernos locales han utilizado su poder para institucionalizar los grilletes oxidados que llevamos las mujeres por el simple hecho de serlo.

El machismo es tan extenso que con la cadena de ese grillete oxidado se ha colocado a las mujeres pobres y racializadas en una posición de instumento al frente de uno de los únicos dos remedios de argumentos que los señores woke están dispuestos a aceptar: que las pobres y las indígenas (o morenas) no se reproduzcan. El otro argumentoide es el aborto de un producto de violación.

Las mujeres abortamos y no le debemos explicaciones ni narrativas a nadie. Se trata de nuestros cuerpos, y para decidir sobre ellos, no necesitamos justificar si se trata del producto de una violación o de sexo consensuado, ni nuestros planes de vida, ni nuestra condición socioeconómica, ni nuestro origen o destino. Las mujeres abortamos desde hace generaciones y no hay un ente, creencia o ley que merezca impedirlo.

 

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